sábado, 2 de julio de 2016

Empatía

Yo tenía sólo 5 años pero me acuerdo del gesto. Se arrodilló para llegar a mi altura, me corrió el pelo de la cara, me miró con compasión. Tenía la mano fría pero no me importó. Su mirada era cálida. Creo que me dijo "¿por qué llorás?" y noté su tono preocupado, sus buenas intenciones. No estoy seguro de cómo reaccioné. No sé siquiera si le hablé. Mi mamá me decía siempre que no hablara con extraños. Pero había algo en esa mujer que me hacía sentir cómodo. Era como una abuela joven o como esa maestra que hasta parece una tía. Sonreía y a uno se le iban secando las lágrimas y se le llenaba de nuevo el corazón de alegría y las piernas de ganas de correr. Nunca supe quién era esa señora. Pero ahora, cincuenta años más tarde, cuando tengo que hacer algo que me da mucho miedo, cierro los ojos y pienso en su sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario