jueves, 19 de junio de 2014

Metáfora

La mañana de su aniversario la tía Gorda decretó, a los gritos y en camisón, que por aguantar a su marido treinta y cinco años era una Santa. Y si era una Santa se merecía, lo menos, una de esas fiestas donde se tira la casa por la ventana. Como nadie la contradice nunca empezó a llamar a parientes y conocidos.

Al domingo siguiente nos juntamos a las doce. Somos una familia muy solidaria y unida asi que de a poco cada uno fue abocándose al rubro que mejor conocía: las primas al ropero, las tías a la cocina, Enrique a la instalación eléctrica: “porque es tan preparado”. Mi tía lloraba de la emoción mientras le dedicaba el vuelo interventanal de cada una de las sillas de algarrobo a los hijos (las gastadas de cuerina marrón se las dedicó a las nueras). Lo que nadie había calculado era el tamaño de algunos muebles, y sobre todo del lavarropas y la heladera; pero por suerte el tío Roberto encontró una solución rápido, un poco porque odiaba los muebles rococó que su mujer elegía y otro poco para no quedar como un inútil, como casi siempre. Al rato tuvimos otro inconveniente, tampoco previsto. Parece que el ruido de la sierra eléctrica despierta a los vecinos de su siesta dominical, que se enojan bastante y que amenazan con llamar a la 43. Igual al final se cansan de llamar a la comisaría y que no los atiendan y se van solos.

Ya casi oscurecía cuando terminamos de arrojar por el ventanal absolutamente todos los objetos móviles, y algunos se empezaron a ir. Los demás seguíamos bastante divertidos pero ya estábamos agotados: en el jardín de adelante se levantaba una gigante mole amorfa. El problema era que la tía Gorda no estaba contenta ni conforme para nada. “(…) Que las tejas, los azulejos, los caños, las rejas, el parquét. Que traigan mazas para ir tirando las paredes abajo. Que cómo hacemos para tirar la ventana por la ventana, que también es parte de la casa, ¿no? (…)”. La voz chillona hacía eco en el comedor vacío. 
Estaba oscuro ya y mi tío comentó que eran demasiadas emociones juntas para ella, pobre. Entonces, como somos muy solidarios, mi abuela se le acercó con un té de tilo y un frasquito. Aprovechando la ocasión nos empezamos a ir despacio, para que no se diera cuenta, comentando el despilfarro que había sido la fiesta y la poca necesidad de andar gastando tanto en tiempos como éstos.

Consigna: Escribir un texto tomando textualmente una metáfora de la vida cotidiana. (2003)

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